Un breve inciso en el color que invadió nuestras vidas, llenándolo todo de matices antes solo vistos (¡y de qué manera!), por el ojo humano. Me quiero referir al color aparecido en TV y en la fotografía, especialmente, ya que la vida que observamos, algo saturada, eso sí, apareció por arte de magia en el cine, ese refugio de ilusión al que muchas veces acudimos. Estábamos en los años 30, con la producción de La feria de las vanidades (confieso no haberla visto o no la recuerdo), basado en la novela de Thakeray, y era un film con tres colores que se comercializaba por vez primera. Después vino la explosión colorista y llamativa, así, todos pudimos ver el atardecer rojizo del sol poniéndose en la extensa Tara, mientras el contraluz de Escarlata puño en alto, juraba no volver a sufrir hambruna (Lo que el viento se llevó); o esos paisajes de cuento que envolvían a Dorita mientras paseaba por el camino amarillo chilón, zapatitos rojos brillantes en el sorprendente Mago de Oz.
Sí, el color inundaba la pantalla grande, pero ¿qué ocurría con la televisión, la pantalla pequeña que en España nació en el final de la década de los 50?. Pues eso: nada. El juguete era aún muy novedoso y apenas andaba cual bebé en sus primeros pasos. La televisión, en esos contundentes blanco y negro de los primeros sesenta (adornados por "nieve" habitualmente), nos sobrecogía con las series terroríficas de un Hitchcock británico o un Ibáñez Serrador, hispano-argentino. Nos enaltecía la imaginación con esas series B de la factoría americana, con esos OVNIS, siempre presentes o con esas criaturas marinas del fondo de los mares. O los siouxs, que siempre aparecían pintarrajedos bicolor y con aspecto feroz, mientras la caballería llegaba para salvar a la dama que se aventuraba a cruzar desiertos blancos y negros, pero igual de tórridos y peligrosos...
Por cierto que el motivo de ese pensamiento o divagación trasladada al Blog era, precisamente, hablar de tres o cuatro colores que nos asombraban en los 60, porque, amigos míos, apareció un invento que pretendía revolucionar la tele: un plastico con franjas horizontales coloreadas (azul,rojo, verde, amarillo...¿o había más?), que, ¡oh, milagro!, se colocaba delante de la pantalla de nuestro Telefunken (mejor dicho del televisor del bar al que acudía con mi padre a ver La noche del Lunes de los austríacos Joham y Gustavo Re...¡ay!, con Herta Franklin y su perrita soñada Marilyn o a Los Intocables de Elliot Ness). Y se colocaba ante la expectación infantil, con sus ojillos llenos de ilusión por ver la televisón igual que nuestros ojos...o parecido, claro. Pero ¡quiá!, que gran fiasco: veíamos a Karina cantar el Me lo dijo Pérez, no con los colores del verano mallorquín, sino con media cara verde o rojo, dependiendo del plano, con pies marrones (no por efecto del calzado sino que incluía tobillos y pantorrillas), mientras las caderas bailando estaban rojas rojas, no por efecto de canción caribeña o sensual, sino por ese plástico que pintaba el lienzo según se le antojara al Jose Mª Quero, por poner un ejemplo. ¿El Fugitivo era verde'. En muchos instantes sí, y, aunque el dichoso inspector que lo perseguía "in secula seculorum" seguramente le influenciaría de ese modo haciendo parecer una lechuga, ¡zas!, repentinamente la carrera de turno por túneles oscuros, se volvían azul cielo, personaje incluído. ¡madre mía qué butiburrillo!.
A decir verdad el invento tuvo poco, poquísimo éxito y los Teleclubs (local muy de moda entonces) o bares prefirieron esperar la llegada del Pal evitando marear al personal con un impersonal zoom propio del malogrado Lazarov.
Mi primer televisor a color me lo trajeron de Alemania mis amigos-hermanos hamburgueses:¡qué ilusión!, blanco por fuera y con cuernos de quita y pon. Con su cajita de colorines en el lado derecho para que, una vez abierto pudiéramos graduar su intensidad. Y unas ruedas de mandos, que no siempre entendía, y, así, pude ver Eurovisión al color del escenario, el 1,2,3 responda otra vez o al aguerrido Curro Jiménez...mientras me daba cuenta de que el Verano era azul y que los musicales especiales de Valerio utilizaban muchos chismes de efectos en espiral o duplicados...¡a todo color!.
En cuanto a mi primer recuerdo fotográfico a color, fueron esas cámaras pequeñas Kodak con el carrete compacto que utilizamos en los veranos mallorquines para plasmar el mar y a los primos que pasaban el Agosto con nosotros (mis hermanos y yo). Esas fotografías, cuadradas, plasmaban esos colorines chilones de la moda de los sesenta y setenta, y, por cierto, van destiñiéndose con los años...como todos nosotros, naturalmente.
Al final el color invade Internet abrumadoramente y las miles de cadenas de televisión que pululan por el mundo (por cierto, según la moda imperante, imitando el color de la primitiva tele setentera, ¡qué cosas!). Y a los afortunados soñadores, el color les tiñe sus sueños, bonitos sueños, claro, y, cual paleta de pintor, colorean hasta su vida cotidiana.
"Cambiemos el color del cielo...yo se que podemos...! "En las praderas de amarillo..pam, pam...galopando sobre mi caballo...", "Color en el cielo, color en las nube, en la vida todo es color".
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